martes, 7 de julio de 2009

París escupe fuego


Les amants du Pont-Neuf

Guión y dirección: Leos Carax

Reparto: Juliette Binoche, Denis Lavant

Francia 1991 - 125 min.


Desarrapado, alcohólico, rengo, y un tanto demente escupefuegos – marginado congénito – conoce a pintora tuerta, auto-marginada sentimental, que se está quedando ciega de su ojo bueno. Ésta sufre el apéndice del amor primero, y aquel comienza a sufrir el prólogo de lo propio (un amanecer de un hombre en el ocaso de un mujer) cuando colindan en el Pont-Neuf, bajo la extraña, intermitente, y ambigua tutela de un mendigo en condición de moralista del desengaño.

Historia del transcurrir de este ruidoso amor sobre silencioso transcurrir del Sena.


***


En cuanto a la trama, es tan inverosímil a cualquier buen entendimiento (probablemente por su carácter hiperbólico y de extrema acritud) como táctil y evidente a la sensibilidad es su pulso, un verdadero pulso humano… Y es que quien mira (Carax y el espectador) es el ángel guardián, que siendo incorpóreo no puede proteger (y poco puede juzgar, aún en los momentos más auto-referentes del film) y cuida con la mirada, cuida con la memoria.

La indiscreción de mirar a un ciego. Eso es lo que se siente detrás de una cámara movida con soltura, detrás de una mirada como la que proyecta Carax: el personaje nunca podrá verte, la vida nunca podrá verte y por eso tú puedes verlo todo, impunemente. Así es la mirada de Carax desde un principio, estrecha e intensa, y su comprimido mundo excita al espectador como sólo excita lo inaccesible, como lo visto a través del ojo de una cerradura, y, durante gran parte del film, éste no deja dilatarse un instante a la pupila.


No se puede narrar profundamente con la palabra sin ser minucioso hasta lo odioso, pero inmersa en el ojo la mente viaja veloz y se puede ser desprolijo y descuidado si se es lo suficientemente intuitivo y delicado, y una buena cámara resulta de naturaleza igual que el propio ojo: ve (y registra) sólo lo que necesita ver.

Aún la vida del más rengo transcurre veloz como el rayo y sus días se suceden como el movimiento de los pies en la danza. No capta el ojo ajeno sino instancias, un paso cada mil pasos. Todo consiste el captar aquellos pasos que nos eximen de captar los otros. Esto es narrar. Quien no posee esta facultad debe deducir dificultosamente la verdad a través del azar, de su propia mortal suerte.


Las cinco grandes zancadas (pivotes) de Les amants du Pont-Neuf:


1 – Preludio: tragedia psicológica de la mujer

2 – Confesión amorosa y clímax

3 – El mediodía del amor

4 – Tragedia psicológica del hombre

5 – Nueva confesión, nuevo clímax / elipse y fin


1

La cautela narrativa con la que se introduce la temática se cultiva a la par de una desenfrenada y deliciosa crudeza imaginativa y visual. El film no parece tender a explicarse a sí mismo como totalidad, como parábola. Se desarrolla su mayor virtud como cine de contemplación. Recordemos nuestra revisión de Kitano: hasta esta altura del film éste comparte con el del director japonés la ausencia de idiosincrasia en el ojo, aunque no existe tal ausencia en los personajes (en lo mirado).


2

Ebrios hasta la médula, marido y mujer por casuística ríen, y su risa suena como la música de los gatos en celo, terriblemente desafinada, odiosa, pero al tiempo… patética, veraz, admirable. El desenfrenado baile y corridas de un lado al otro del Pont-Neuf significa el clímax y la despersonalización.

Todo Paris escupe fuego (en nombre del ¿amor?).


3

Una vez afinadas las cuerdas del amor suena la música harto conocida que adormece el entendimiento, y la acción se hunde en un estado de marasmo en el que los pretendidos poeticismos de Carax resultan un contundente fracaso. Se destacan excelentes tomas. El film comienza a justificarse a si mismo (siempre mal síntoma este).


4

Llega el turno a la demencia del hombre: la alienación invertida: el delirio de celos presentado como vulneración de la “moralidad emocional” (de un orden sentimental convencional por todos conocido y por todos aprobado) y, así, como tragedia. Esta tragedia psicológica del hombre amenaza con cernirse sobre la mujer, pero se vuelve sobre el propio hombre.

Se esboza así la popular tragedia que mezcla la versión “fatalidad” y la versión “albedrío” imponiéndole a un ser el carácter de víctima fatal y al segundo el de victimario libre (malvado).

Punto y coma. Termina la narración como integridad, pues lo que sigue es un apéndice.


5

Recordando la extraña y patética cruzada (al final inexplicable y maravillosamente exitosa) de Von Kleist, pensamos: sólo quien se deja(ría) matar por quien ama es digno de vivir con quien ama.

Los amantes cruzan sus dolores, errándose, invisibles el uno al otro, ignoran que en ningún momento se tocan, (“se ocultan mutuamente el destino” diría Rilke). Es sólo cuando llegan a odiarse que se reconocen, al reconocer un más grande poder que el que tienen el uno sobre el otro: entonces, si salvan la prueba, llegan a amarse aún más fervorosamente, a amarse mejor (en un destino común y no en dos destinos castrados).

Reaparece entonces la risa, la comunión, y anticipa lo que antes, pero Binoche y Lavant se reconocen finalmente bajo las aguas del Sena, cuando al amor lo rodea la muerte. La alegoría es buena. Ruptura del ciclo reiniciado, moraleja, final feliz.


***


Desde un punto de vista psicológico Les amants du Pont-Neuf se nos hace una bastante lograda tentativa de descripción de una existencia cíclica, una existencia homogénea, una existencia eterna (la soledad) superada mediante la comunión.

Desde un punto de vista ético, filosófico, político, se hace evidente la ideología burguesa engalanada de sus defectos, haciendo uso mendaz de lo peor de sí misma para purgar sus culpas. Los desarrapados solitarios (egotistas) vueltos “civilizados” (egocéntricos), frívolos, felices.

Desde un punto de vista de la forma, el método, el estilo, no se le puede negar un ojo perfecto, y una admirable mirada al color, a la forma, al movimiento del ánimo, esto último potenciado por un excelente trabajo del reparto (da gusto ver a Binoche lejos de Kieslowski y sin maquillaje).

Muy años noventa, a modo de tardío crepúsculo de la post-modernidad.

No hay comentarios: