lunes, 15 de junio de 2009

Reflejos de la verdad


F for Fake

Guión y dirección: Orson Welles

EEUU 1975 – 85 min.


Tema documental: la historia de dos hombres que, según dice Welles, “se han hecho famosos el uno al otro”: Elmyr de Hory y Clifford Irving. El primero como maestro falsificador de la obra de numerosos pintores post-impresionistas (Matisse, Picasso, Derain, Modigliani, Dufy, Vlaminck, Van Dongen etc.), el segundo como biógrafo del primero mediante, irónicamente, una biografía falsa, llamada “Fraude”.

Tema narrativo: indagación sobre la veracidad de los hechos y de las declaraciones de ambos sujetos mediante un acercamiento del propio Welles a ambos en la isla de Ibiza.


* * *


“Todos los integrantes del reparto, excepto uno, trabajando como locos, sin cobrar por ello, sin saber siquiera que son actores en una película”. Esto señala Welles a poco de comenzar el film, sentado en la sala de edición del propio film (tal como aparece numerosas veces), refiriéndose a la secuencia precedente, en la que la esbelta Oja Kodar es usada como señuelo para atraer las miradas de decenas de transeúntes en las calles de Roma, cuya libido a flor de piel es registrada por la cámara. A estos transeúntes llama Welles “actores”. Al ser manipulados ya no son seres “reales” sino elementos en la trama del director. Esta secuencia de “arte de acción” es el primer acercamiento al tema en el que el film redunda incasablemente: realidad-ilusión, verdad-mentira (autenticidad-falsedad), y el primer paso hacia la tendencia general del film: borrar la frontera entre ambas y dejar, en el proceso, una reflexión en torno a la naturaleza del arte.

Aquí hay que hacer un paréntesis para dar cuenta de un elemento curioso. Tras echar mano de este recurso de “arte de acción” Welles señala exactamente lo contrario a lo que a este respecto se discursea hoy en día; Welles dice “robar” la actuaciones a los hombres, considerándolas estrictamente actuaciones y sirviendo a sus fines de director, mientras que hoy se considera arte a este suceso mismo, desarraigado de todo fin. Para Welles los hombres reales se vuelven falsos al caer en sus manos (él es el ser real, el director), mientras que hoy el arte, considerado a priori falso, sólo se vuelve real al echar mano de los paseantes. Por así decirlo los hombres le señalan al artista la naturaleza de su obra, mientras que para Welles su obra le señala a los hombres su propia naturaleza humana.

Pero resulta que también los protagonistas de F for Fake ignoran que son actores de un film (y no documentados de un documental), pues mientras que todo lo dicho “DURANTE LA PRÓXIMA HORA ESTÁ ESTRICTAMENTE BASADO EN HECHOS REALES”, el modo en que es dicho es siempre huidizo. Se trata de un film por completo inefable en lo relativo a su desarrollo argumental, pues no da lugar a inferencias y, cuando lo da, éstas ya han caducado y otras nuevas deben plantearse. Sólo preguntas responden a preguntas, hasta el punto que rápidamente se olvida el espectador de la existencia de una pregunta inicial, al quedar convertido el film en una narración hecha tan sólo de preguntas, de interrogantes.

Welles dice que Elmyr es el “segundo más grande falsificador”… Pues se infiere de inmediato que el primero es él mismo. Elmyr de Hory falsifica obras post-impresionistas, Clifford Irving falsifica la historia de Elmyr, mientras que Welles los falsifica a ambos tal como a los transeúntes romanos. Pero lo cierto es que, igual que a estos, con su falsificación los autentifica – especialmente a Elmyr – los humaniza, los vuelve verdaderos, aunque también indefinidos. Destruir sus “historias”, sus existencias falsificadas, degenerando la separación entre “verdad” y “mentira” es el núcleo del film.

Una secuencia magistral en materia de edición y que al tiempo es alegóricamente encantadora consiste en la alternancia de los rostros de Irving y de Elmyr luego de haber el primero imputado al segundo y éste haberlo desmentido. Ambas series de tomas han sido filmadas en tiempos distintos y son puestas en consonancia. Con la cámara Welles pareciera preguntarle al espectador: “¿quién es el que miente?” Pero Welles siempre se responde a sí mismo con otra pregunta y acaso así señale que, estrictamente, la única verdad es la pregunta misma, el estupor, y toda respuesta es tanto más falsa por cuanto más verosímil sea. En F for Fake Welles promete decir la verdad, mas decir la verdad resulta decir todas las verdades, tanto dentro como fuera del film, lo cual implica que el film se refiera constantemente a su carácter de tal, que sugiera sus posibilidades más no se afirme a sí mismo como nada realmente, por lo cual suceden cosas como que las imágenes pasan del plano completo al monitor del cuarto de edición en el proceso mediante el cual el film comienza a confundirse con lo filmado. Decir la verdad se torna una constante auto-referencia, una existencia en un salón de espejos. Si en F for Fake existiera un elemento dramático este sería un recurso totalmente anti-patético (a menos que quien narra sea Bergman), pero aquí no hay un drama viviente, un drama en la acción… Existen, en cambio, el “drama” del problema filosófico del arte, el “drama” del misterio del documental, y el “drama” que Welles hace vivir al espectador en su constante extravío.


El en terreno de lo visual F for Fake está totalmente dominado por el trabajo de edición, con multitud de cortes, planos congelados, secuencias de imágenes inmóviles, mezclas tanto espaciales como temporales. Mucho del rodaje que entra en la edición está realizado con cámara en mano, y no son raros los movimientos bruscos, el uso del zoom etc. Welles, como quien destruye un espejo, cortó sus cintas en innúmeros pedazos, cada uno de ellos un “reflejo de la verdad”. La reconstrucción (que tardó a Welles un año) de una cronología visual concordante con el texto es maravillosa. Lo que Welles dice de Elmyr, que es “un Paganini de la paleta” podríamos decirlo del mismo Welles en lo relativo a la tarea de edición.

Quien haga el experimento de ver el film sin sonido luego de haberlo visto con él, caerá en cuenta de la verdadera magnitud de la antítesis rítmica entre la narración visual y la narración oral. Ambas se acoplan durante el rodaje que podríamos llamar estrictamente documental, en el que hacen aparición Elmyr, Irving y varios personajes del “Jet Set” de Ibiza que existen en torno a estos dos “farsantes”. Cuando quien habla está ante cámara (a menudo el mismo Welles narrando o interactuando) la métrica visual se enlentece, mas cuando la voz en off de Welles se reinicia también se reinicia un a menudo muy veloz collage de imágenes de una originalidad, un virtuosismo y una belleza inusitados, revelando a un film claramente vanguardista (estamos en 1975) en materia de técnica de edición.

Notable experiencia es ver de qué modo el pensamiento propio se ha enlentecido oyendo la cadencia del discurso de Welles, y salteándose por ello (acaso sólo conscientemente) deliciosas secuencias visuales compuestas de una gran heterogeneidad de recursos del rodaje. Se genera, pues, una polifonía en la que la voz en off ocupa los graves y las series visuales los agudos, una polifonía que, como hemos señalado más arriba, reposa y se torna monocorde en el rodaje de “los hechos”.

Se nos antoja que el film que Welles quería hacer lo acabó narrando y es el que se oye (casi siempre de sus propios labios), el que se vio obligado a hacer lo acabó editando y es el que se ve. La pregunta es si cuando coinciden ambos films el resultado no es, de hecho, inferior, y si no es esta dualidad la que le otorga a F for Fake un carácter único y espléndido.

Una obra maestra, y dentro del inhóspito género del “cine sobre el cine”, F for Fake acaso sea la obra más imponente. Vanguardista tanto en materia narrativa como en materia visual; hasta “posmoderna” podríamos decir (a pesar de lo resbaladizo del término) en ambos aspectos, es, no obstante, vasta y proba, compleja y unitaria, y por más que se le quite una y otra máscara estas siguen apareciendo, como elípticamente ligadas.

Todo lo que puede ser creído es un reflejo de la verdad…, y en el momento en que este reflejo es creído ya no es un reflejo; todos los demás reflejos se aúnan a éste, éste les da forma, y lo que en un momento fue una parte, ahora es un todo. A gran velocidad y con suprema elegancia gira este todo, este cristal de Welles, lanzando innumerables reflejos.

1 comentario:

Welles dijo...

Me usaste!